Me angustia esa forma que tienes de aparecerte
sin convocarte,
sin respeto a mis horarios,
justo en el centro de mi mente.
Así despacio y con suavidad, puedo escucharte
cuando te me clavas en la madrugada,
mientras mi insomnio involuntario te piensa
y busca telepáticamente despertarte de tu letargo reposado.
Cierro mis ojos y en la penumbra te veo sobre tu cama,
estas boca abajo, y tu rostro descansa sobre tus brazos,
son tu almohada;
una sábana blanca cubre desordenadamente tu cuerpo desnudo,
lo sé por la forma exquisita en que se dibuja la silueta de tu cuerpo.
Tentación increíble para mi tacto.
Veo trozos de tu piel oscura que me seducen y me encienden
busco sin éxito esa mancha en tu torso que yo he bautizado,
quiero verla y sentirla para sellarla con mis labios incansables a tu cuerpo.
Tu cabello desordenado te cubre el rostro,
secretos y recuerdos me invaden la mente.
Escucho tu respiración placentera, cerca muy cerca,
y me acerco para susurrarte peligrosamente y en silencio
como preguntando: ¿Habré llegado tarde a tu vida?
A tu lado veo otro cuerpo que la penumbra me hace indescifrable,
me niego a observarlo, lo cubre tu misma sabana y está desnudo,
salgo en silencio y cabizbajo de la habitación y pienso invicto,
que nadie te ha sufrido más que yo por tenerte…
No hay comentarios:
Publicar un comentario